POR UNA SONRISA
Chicano, mexa, mojado, indocumentado, inmigrante, “wet-back”, ilegal, paisano, etc… Son algunos de los muchos nombres con los cuales se refieren, nos referimos, a las personas que han inmigrado a los Estados Unidos en busca de una mejor vida.
En ocasiones, cuando estoy hablando con mis amigos, puedo llegar a utilizar esos términos de manera despectiva; pero en el fondo tengo cierto respeto por todos aquellos que no se cansan de luchar por obtener un sueño… el “Sueño Americano”.
Si bien es cierto, muchos no logran salir adelante, se estancan, no desean aprender inglés. Les cuesta trabajo adaptarse a la nueva cultura y un gran número de ellos llegan a convertirse en un nombre más de las listas de “los más buscados”.
Pero bueno… hoy no estoy aquí para hablar de los casos malos, ni de la nueva ley que se aprobó recientemente en el congreso, ni del hecho que considero una gran falta de respeto que se haya traducido el “Star Spangled Banner” al español. Eso no importa el día de hoy…
Lo que quiero comentar (que ni se si realmente tenga un punto significativo en tu vida cotidiana, mi querido lector) se podría considerar sólo un comentario al aire, que aunque es algo “muy simple” yo lo podría catalogar como una cosa que me “hizo mi día”.
Me desperté muy temprano en la mañana para ir a lavar mi carro porque de PLANO, en vez de color vino tinto (como el delicioso que me estoy echando en este preciso momento) se convirtió en color café con leche salpicado con firmas blancas de las aves que vuelan por el cielo...
El punto, es que fui al lavado y cuando ya me iban a entregar el carro noté que eran puros hombres de habla-hispana. Entonces:
Tita – “Muchas gracias”
Joven – “¡Que le vaya bien!” – mientras él abría la puerta para subirme al carro.
El joven cierra la puerta y de pronto la vuelve abrir sin darme cuenta volteando un poco “sacada de onda”.
Joven – “Señorita… no deje de sonreír” – regalándome una hermosa sonrisa continúa – “Y venga siempre”.
Fue una sonrisa cautivadora, aunque se escuche cursi, me cautivó. En sus ojos se veía una chispa que no la veo a diario, una esperanza brillaba en ellos que me hizo mantener mi sonrisa por un largo rato.
Llega la hora de la comida, y en cafetería son un 99% personas latinas. Les empecé hablar en español y ya terminada de pagar mi comida me grita uno desde la parte posterior de la barra del buffet.
Joven – “¿Quiere un taquito señorita?”
Tita – “No gracias… Pero… ¿De qué son?” – me reí.
Joven – “Son de carnitas” – preparando un taco con salsita y guacamole – “ándele, lléguele”.
No pude contenerme (y no por gordita) y le acerqué mi plato para que pusiera el taco que “by the way” estaba buenísimo.
Conclusión: me enseñaron una lección de sencillez y alegría por la vida.
Yo sé, son historias muy simples… pero no las veo a diario. Definitivamente… no dejé de sonreír.