LA BATALLA

Era una noche más oscura que la de ayer, las estrellas no brillaban sobre nosotros y la lluvia caía sin importar que estuviéramos sin techo alguno. Estábamos por iniciar una batalla campal por razón desconocida y al sentirme atrapada entre tus ojos decidí salir corriendo hacia un refugio más seguro.

Hacía mucho frío, mis piernas apenas respondían y mi corazón quería dejar de latir. Ya no podía más… un nudo en la garganta me impedía respirar por el sólo hecho de pensar en lo que acababa de suceder.

¡Al fin llegué! Cerré la puerta, me tiré en el suelo y empecé a llorar como nunca antes lo había hecho. Sentía que el alma se me salía en cada lágrima que yo derramaba, que mi esperanza se esfumaba lentamente con cada uno de mis respiros… ¡Me dolía el corazón con sólo pensarte!

En eso, se escucha el crujir de la puerta, unos pasos, el agua gotear… eras tú… eras tú con mi saco en la mano. Me lo entregas, me miras nuevamente a los ojos y sin darme tiempo de reaccionar me tomas entre tus brazos y como a una niña de cinco años me sientas sobre tus piernas.

Susurras en mi oído, me besas en la frente, cierro los ojos y cuando estoy a punto de quedarme profundamente dormida entre tus brazos suena el teléfono… los abro nuevamente y estoy yo sola en mi cama, mirando el techo blanco de mi cuarto, sin nadie más a mi lado y la voz de mi hermana al otro lado de la línea.

La verdad, me hubiera gustado nunca despertar. No se si era un mensaje para mí, no se si en realidad te quiero a ti o alguien que me quiera como me quisiste tu alguna vez. No se sí la batalla no era contigo si no conmigo misma, contra mis temores, contra mis inseguridades.

Me desperté deseando que todo hubiera sido cierto, que me tuvieras entre tus brazos, que me besaras, que… ¡ya no sé! Simplemente me dio mucho gusto haberte visto nuevamente junto a mí.

Te mando un beso