Y COMIENZA LA FUNCIÓN
“Bueno?... sí... bueno?” – se escucha el chirrido del micrófono – “Uno, dos, tres... probando”. Miro al frente y lo único que alcanzo a percibir son las diminutas siluetas de mis espectadores y la cegadora luz de los reflectores.
Cierro los ojos y pienso: “No puede ser... el momento que he esperando desde hace tanto tiempo lo está arruinando el maldito sonido!... No todos me van a escuchar... Qué van a pensar?... Dirán que es mi culpa?... Y si abandonan la sala?”
Abro los ojos y escucho el murmurar de la gente. Quisiera cerrar los ojos nuevamente pero el retumbante sonido de mi corazón hace zumbar mis oídos y siento que pierdo el equilibrio. Me da un poco de comezón en la frente y se va desplazando lentamente hasta mis ojos.
Agacho la cabeza y la primera frase de mi discurso de decolora al hacer contacto con la gota de sudor que rodó por mi cara. Intento mojar mis labios y me doy cuenta que el último indicio de materia líquida que quedaba en mi cuerpo se había evaporado o se había quedado plasmada en el papel que sujetaba con mis manos.
Mi “acordeón” ya estaba arrugado, humedecido con mi nerviosismo. Intento hablar de nuevo y los únicos que me alcanzan a escuchar son los que están en las primeras filas de asientos.
“Bueno?... cof, cof...” – intentando aclarar mi garganta:
“Durante todos estos años les he mentido a todos ustedes, y me disculpo. Me hubiera gustado decirles la verdad, pero no había encontrado ni el valor ni el momento adecuado para hacerlo.
Sé que muchos de ustedes se decepcionarán porque se sentirán que los he traicionado. Pero creo que es mejor hacerlo ahora y terminar con el remordimiento, la vergüenza y la desesperación que me acecha día con día. Espero que lo entiendan...
No soy la persona que ustedes piensan, bueno... en esencia sigo siendo el mismo pero estoy cansado de tratar de quedar a la medida que la sociedad, la iglesia y la naturaleza han impuesto.
Lo sé... voy en contra de la corriente, pero prefiero eso a ir en contra de mí mismo...”
Se oían sillas moverse. Mi auditorio se empezó a vaciar. Uno a uno se fueron yendo comenzando con los de atrás, los que llegaron tarde, los curiosos y uno que otro cobarde que andaba por ahí.
Apagaron las luces, me froté los ojos y miré hacia mi público. Ahí estaban ustedes. Concluí: “Muchas gracias!” y todos ustedes me abrazaron.
Este escrito está dedicado a mis amigos... ustedes saben de quiénes hablo.
A todos aquellos que han esperado y SIGUEN esperando ese momento.
Recuerden que no importa el “qué dirán” o “qué va a pensar” la
sociedad. Los que importan, son los que a ustedes le importan.
Con cariño...