abril 20, 2009

ASÍ SE SIENTE MÉXICO EN LA PIEL...

Estoy muy cansada, desvelada y demás... Mi teléfono no ha dejado de sonar, el correo sigue lleno de preguntas buscando mis respuestas y me sorprendí a mi misma cuando llegó el gerente y al preguntarme sobre algo urgente apenas alcancé a decirle un muy alfojerado "no sé..."


Me doy permiso de soñar despierta un ratito solamente y quiero acordarme de la última vez que me sentí tan cansada. Ya me acuerdo, pero las razones eran muy diferentes. Y otra vez estoy allá...


Vamos bajando, piedra tras piedra, 400 escalones naturales. Por lo menos vamos hacia abajo, y mis pulmones no se sienten tan amenazados por la altura como hace un rato. Las piernas me arden después del largo recorrido, voy rezando para que el calambre no vuelva y pueda seguir con el grupo cuando a lo lejos se distingue un sonido único que me hace pensar que al fin y al cabo todo valdrá la pena.
Por fin llegamos... ella no nos decepciona. La miramos de frente y cumple todas las promesas de belleza y fuerza que locales y extranjeros pudieron imaginar. El dolor y cansancio se me olvidan totalmente y bajo tan rápido como mis piernas me lo permiten, una que otra piedra me raspa pero siento la urgencia de llegar.
Me quito los zapatos, el suelo es rocoso también pero corro hasta llegar al agua y meto los pies; todavía me pregunto como algo y no necesariamente alguien me puede hacer sentir así, tan feliz que hasta siento ganas de llorar. Ya no me importa nada, solo adentrarme en ella, sintiendo el frío punzante, me gritan que esa agua no puede estar a más de 6 grados pero lo único que escucho es el sonido fuerte, seguro, de esta belleza natural que ningún humano pudo haber diseñado, planeado o construido. La fuerza con la que el agua cae me recuerda a una barrera, suficientemente débil para poder admirarla de cerca; suficientemente fuerte para no permitirte tocarla.
Cuando salgo del agua, siento un millón de aguijones picándome el cuerpo, debe ser que estoy recuperando la sensibilidad...
Volteo a todos lados y ya no están mis compañeros, no hay agua, no hay rocas, ni árboles ni 400 escalones naturales. Estoy totalmente vestida, frente a un escritorio, una computadora, un teléfono sonando y un montón de papeles que exigen mi atención inmediata...
Tomo un trago de mi café antes de continuar... de algo estoy segura, Oaxaca, nunca te voy a olvidar...

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