octubre 13, 2005

TU RECUERDO

Recuerdo el primer momento en que te vi. Mis ojos se clavaron en los tuyos y desde ese mismo instante supe que estábamos destinados a compartir juntos nuestras vidas. Me tomaste entre tus brazos y me estrechaste estremeciendo mis entrañas… sonreí. Me sentía segura, yo ya era parte de ti.

Pasaron los días, los meses, los años… permanecíamos unidos desde hacía ya algún tiempo. Cualquier pretexto aprovechábamos para acompañarnos el uno al otro. Si no era por las mañanas para disfrutar juntos el desayuno, por las tardes observábamos nuestros programas favoritos en la tele, y ya al caer de la noche, me deseabas lo mejor con un fuerte beso que me dejaba descansando por las siguientes horas en los brazos de Morfeo.

Recuerdo… ¿recuerdo? sí, creo que sí lo recuerdo bien…

El mejor minuto del día era aquel en el cual, al despertar al alba y abrir mis ojos te encontraba sentado a mi lado saludando con tu mirada llena de amor y tus palabras de afecto: “¡Buenos días mi Chinita!”.

Recuerdo aun aquellas tardes cuando salía a caminar por el parque, encontraba tu regordeta silueta sentada en una de las bancas esperando… no se qué, tal vez solo pensando o aguardando el momento en el que yo llegara a darte un fuerte abrazo y decirte lo mucho que te había extrañado durante las cortas horas de mi ausencia.

Varias noches visitamos una plaza, tomados de la mano… ¿Cómo lo puedo olvidar? Siento que apenas fue ayer cuando los dos estábamos juntos. Jamás me cruzó por la mente que este lazo tan especial pudiera ser arrebatado tan de repente. ¿Quién fue la persona que te alejó de mí? ¿Quién se atrevió a robarte de mi vida sin siquiera advertirme lo mucho que iba a sufrir el verte partir? ¿Acaso fuiste tu quien decidió marcharse?

Recuerdo que traté de hablarte durante todo este tiempo no me contestaste. Intenté varias veces discutir la situación contigo pero nunca estuviste disponible para mi. Tu cama vacía, ya no vienes más, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Fui yo la que falló?

Pensé que eras diferente a los demás pero ya me di cuenta que no es así. Todos llegan a ese punto en el cual se van sin voltear atrás. Muchos dicen que quieren estar contigo y al fin de cuentas terminan yéndose a otro lugar en donde jamás será posible encontrarlos.

He notado que de vez en cuando intentas hablar conmigo, estoy dormida casi siempre. Creo escuchar tu voz pero en mi letargo es imposible levantarme a terminar la breve conversación. En ocasiones, me siento mal de no haber atendido prontamente a tu llamado pero… entiéndeme, ¡Es tan difícil aceptar lo que pasó!

Aunque he ido varias veces aquella plaza, no logro encontrarte. Sé que estas cerca, y estoy segura de que me ves cuando paso frente a donde hoy estás pero… ¡Soy tan cobarde! No me atrevo a tocar a tu puerta porque se que nadie más responderá. Esa puerta jamás se abrirá…

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